La seguridad alimentaria también reside en el mar

El aumento del tráfico marítimo, la sobrepesca y la contaminación amenazan la salud de los océanos, clave en el suministro de proteína animal

La seguridad alimentaria también reside en el mar

Más del 70% de la superficie de la tierra está cubierta de agua. Los mares y océanos alimentan al ser humano, regulan el clima, absorben una importante cantidad de dióxido de carbono y proporcionan gran parte del oxígeno. Sin embargo, durante décadas han sufrido los estragos de la contaminación, la sobrepesca y el aumento del tráfico marino. A ese impacto se suma ahora el del cambio climático y la crisis de los microplásticos, lo que amenaza su salud a un ritmo inaudito, tal como advierten organizaciones como World Wild Foundation (WWF) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Las poblaciones de peces, que son claves para la seguridad alimentaria humana, disminuyen de manera preocupante en todo el mundo, según advierte el informe Living blue planet de WWF.

Las poblaciones marinas descendieron casi la mitad entre 1970 y 2012, según ese último gran estudio del estado del mar y los océanos. La sobrepesca, las alteraciones del hábitat y el cambio climático afectan a la biodiversidad. Las especies esenciales para la pesca comercial y la subsistencia –y por tanto para el suministro de alimentos a escala mundial– sufren los mayores descensos conocidos hasta ahora. Se ha perdido, por ejemplo, el 74 por ciento de la familia de peces para consumo, que incluye atunes, caballas y bonitos. A la reducción en las poblaciones de peces, se une la disminución de los arrecifes de coral, manglares y praderas marinas que albergan un porcentaje de las especies y son importantes para la vida humana. Si los arrecifes de coral y las praderas se perdieran para el año 2050, una posibilidad que apunta esa investigación, las consecuencias serían “catastróficas” para el más del 25% de todas las especies marinas que habitan en los arrecifes y los alrededor de 850 millones de personas que se benefician de ellos.

Para restaurar los ecosistemas y proteger el suministro de alimentos acuáticos a largo plazo, la FAO llama desde hace años a mejorar la ordenación pesquera mundial. La recuperación de las poblaciones afectadas por la pesca excesiva podría incrementar la producción en 16,5 millones de toneladas y aumentar así la contribución de la pesca marina a la seguridad alimentaria, la nutrición, el crecimiento económico y el bienestar de las comunidades costeras, según las estimaciones recogidas en El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2022.

Más de 3.300 millones de personas obtienen del pescado al menos un 20% de su ingesta diaria de proteínas de orígen animal. “La cantidad de proteínas que se pierden en el mundo debido a una gestión no sostenible sería suficiente para cubrir las necesidades nutricionales anuales de 72 millones de personas”, estima la organización ecologista Marine Stewardship Council (MSC). La presión sobre el pescado como recurso alimenticio crece a medida que lo hace la población mundial. En los últimos 30 años, su consumo ha aumentado un 122%. Según esta entidad, más de un tercio de las poblaciones de peces en el mundo se están pescado por encima de los límites de sostenibilidad.

 

El papel decisivo del gran animal del mar: las ballenas

Una ballena captura a lo largo de su vida la misma cantidad de carbono que miles de árboles. Sus excrementos fertilizan y mejoran la productividad de los océanos. Las ballenas son lo que se denomina “especies paraguas”: y dado que están en la parte superior de la cadena trófica marina, al preservarlas se protege al resto de la cadena alimentaria que depende de ellas. “Los océanos saludables y la preservación de las especies marinas que los habitan aportan soluciones naturales para la resiliencia climática y la seguridad alimentaria de la región”, destaca Yacqueline Montecinos, coordinadora del proyecto Corredor Azul del Pacífico Oriental, con el que WWF busca identificar y proteger las rutas migratorias de estos cetáceos en aguas nacionales e internacionales desde la Antártica hasta México. Con ese fin, trabajan con pueblos indígenas, gobiernos y comunidades locales, administración regional y nacional, ciencia, industria y organismos internacionales.

Las ballenas se enfrentan a dos tipos de amenazas con efectos que se acumulan: las directas contra ellas y las que sufre el ecosistema marino que habitan. El tráfico marítimo, la actividad pesquera, el ruido submarino y el cambio climático afectan a estos cetáceos en las rutas migratorias que son decisivas para su supervivencia. A lo largo de ese trayecto de miles de kilómetros, las ballenas actúan como fertilizadoras de los ecosistemas marinos por los que van navegando, algo fundamental para mantener la vida marina que habita en ellos. Las heces de estos cetáceos contienen hierro, fósforo y nitrógeno, tres elementos que alimentan y nutren al fitoplancton. “Cuantas más ballenas haya alimentándose y, por ende, defecando e insertando hierro al sistema, tendremos más cantidad de fitoplancton, que es fundamental porque es el primer eslabón de la cadena de los peces más pequeños como la sardina, muy importantes para las economías locales”, indica Montecinos. El ciclo continúa después con los peces más grandes, como las merluzas y los atunes. “El papel de las ballenas es muy importante para lograr que nuestros océanos produzcan la cantidad de peces que necesitamos para mantener la economía de comunidades costeras e importadoras de productos del mar, así como la seguridad alimentaria”, subraya.

Las nutritivas heces de las ballenas impulsan además la producción de fitoplancton y con ello juegan otro papel decisivo: el fitoplancton captura el 40% de todo el dióxido de carbono que se produce a nivel global y genera más de la mitad del oxígeno de la atmósfera. Cuando las ballenas mueren, se hunden hasta el fondo del mar y se llevan consigo altas cantidades de dióxido de carbono. Por eso se estima que una ballena captura la misma cantidad de dióxido de carbono en toda su vida que miles de árboles. La contribución de las ballenas a la productividad de los océanos, tanto en número de peces como en captación de dióxido de carbono y producción de oxígeno, beneficia a la naturaleza, a las personas y a sus medios de subsistencia. En la última década, se han reunido resultados científicos que confirman la importancia de las ballenas en la generación de proteína animal marina, pero también en su papel para preservar el medioambiente y los ecosistemas. En este sentido, es importante destacar el interés de Iberoamérica por protegerlas y cómo desde la última ministerial de Medio Ambiente, los 22 países acordaron un comunicado especial para protegerlas.