Hernán Sáenz: “La cooperación internacional es un elemento central para poder buscar cohesión entre diferentes Estados y regiones.”

Responsable de Incidencia para la Unión Europea, América Latina y Financiamiento para el Desarrollo (FfD), Oxfam Intermón

Hernán Sáenz: “La cooperación internacional es un elemento central para poder buscar cohesión entre diferentes Estados y regiones.”

América Latina enfrenta profundos desafíos estructurales en la lucha contra la desigualdad. Entre ellos destaca la concentración extrema de la riqueza, una fiscalidad regresiva y una creciente vulnerabilidad económica y climática que se traduce en una mayor concentración del poder en pocas manos. “Romper esta cultura del privilegio, privilegios que niegan derechos, debe ser el faro de la relación iberoamericana”, explica Hernán Sáenz, responsable de Incidencia para la Unión Europea, América Latina y Financiamiento para el Desarrollo (FfD) desde Oxfam Intermón, una de las organizaciones sociales de cooperación española líderes en la lucha contra la pobreza y la desigualdad a nivel mundial. El experto pone el foco en la Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de Sevilla 2025 como un punto de inflexión para potenciar la región.

Sáenz reivindica el papel de instituciones como la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y de la sociedad civil, así como la participación del Estado como entidad emprendedora, la cooperación internacional y el sector empresarial para fortalecer el financiamiento al desarrollo, con base en los recursos públicos y una fiscalidad progresiva. El objetivo: construir una agenda común que propenda a una sociedad más inclusiva, justa y sostenible.

¿Cómo define la desigualdad en el contexto actual de Iberoamérica?

La desigualdad es el eje central de la vulnerabilidad y de la inestabilidad social en Iberoamérica. El factor diferencial de América Latina y el Caribe es ser una de las regiones más desiguales, si no la más desigual, del mundo. Y esta desigualdad perpetúa la cultura de los privilegios que relegan o niegan derechos. Hablamos de la región donde existe la mayor polarización entre la riqueza, que concentra el 1% de la población, y la que está en manos del 50% más pobre. En 2022, el 1% más rico de América Latina concentraba casi 44 de cada 100 dólares de riqueza total. Mientras que la mitad más pobre de la población, en conjunto, tenía menos de un dólar de cada 100. Es decir, hay un decalaje muy grande entre los ricos y los más pobres. Y ese pequeño grupo, de los más ricos de América Latina, normalmente son hombres, y ellos acaparan 55 veces más riqueza que la mitad más pobre de la región. Y en los últimos 25 años, los ricos de la región han aumentado sus riquezas, mientras los pobres se han hecho más pobres.

¿Cuáles son los principales factores que perpetúan esa desigualdad en la región?

Hay tres estructuras que perpetúan la desigualdad en América Latina. Estructuras fiscales regresivas, que no reducen la desigualdad en la distribución de la riqueza. Estructuras productivas muy concentradas en algunos sectores, como el sector extractivo de recursos, el turismo y otros. Y estructuras institucionales débiles, o que son fuertes sobre el papel, pero que en los hechos son realmente muy débiles.

En estructura fiscal, por ejemplo, no se puede comparar a España y Portugal, e incluso a Andorra, con ningún país de América Latina. Allí la recaudación fiscal es casi 11 puntos más baja que en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Sólo España recauda un 11% más de impuestos que los países latinoamericanos. Y esto se debe en parte a que en las estructuras fiscales de América Latina tienen un alto peso los impuestos regresivos –indirectos, de consumo, como el Impuesto al Valor Agregado, IVA– en comparación con los impuestos directos. En cambio, Portugal y España cuentan con estructuras fiscales más avanzadas en algunos aspectos.

¿Cuáles son las particularidades entre los países de Iberoamérica en términos de desigualdad? ¿Cómo varía este fenómeno de un país a otro?

Hablar de Iberoamérica de una forma homogénea es casi imposible. Se tiene que hablar de las diferentes subregiones, y dentro de ellas hay varios espacios. Está el espacio europeo, el espacio latinoamericano, el espacio centroamericano y el espacio de América del Sur. Y dentro de América del Sur no es lo mismo por ejemplo Brasil que Paraguay. Hay factores muy diferenciados por las estructuras productivas de cada región o país. Muchas veces el error es estandarizar el espacio iberoamericano o considerar a América Latina como un ente homogéneo cuando es muy diferente y variopinto. Sin embargo, uno de los elementos más característicos en América Latina es el alto nivel de desigualdad dentro de los países. Las grandes ciudades están acumulando mucha riqueza, inversión, capital humano, y las zonas más pobres, rurales, por el contrario, se van quedando cada vez más y más pobres.

El factor diferencial de América Latina y el Caribe es ser una de las regiones más desiguales del mundo. Y esta desigualdad perpetúa la cultura de los privilegios que relegan o niegan derechos

¿Qué impacto tiene esta desigualdad económica en la vida cotidiana de las personas en Iberoamérica, especialmente entre los sectores más vulnerables?

Que la brecha entre los sectores más ricos y los más pobres crezca, repercute en la vida diaria de las personas en la educación, la salud, el empleo… [Pero ese fenómeno] también crea polos de atracción de capital. Esto impacta de manera muy fuerte a las personas, porque al final el sistema político responde a los incentivos que se generan por parte de la población. En América Latina hay una percepción altísima de que se gobierna para unos pocos, no para la mayoría, y esto genera que el propio sistema político se vaya retroalimentando a través de la lógica de que “quien me vota y quien participa es al final a quien debo rendir cuentas”. La gente pobre acaba viendo que el sistema beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría, y entonces, el incentivo de ir a votar, de intentar cambiar las cosas, cada vez es menor. Este ciclo vicioso es muy difícil de romper y es un elemento diferencial de la sociedad latinoamericana.

¿Qué papel juegan las políticas públicas en la reducción de la desigualdad?

El rol de las políticas públicas es clave y es un factor diferencial de organizaciones como Oxfam Intermón que trabajan por reclamar la importancia de lo público y del Estado inversor o emprendedor, como dice Mariana Mazzucato. Un Estado que no sólo invierte o emprende como el sector privado, sino que también promueve espacios a partir de los cuales puede generar riqueza, va mucho más allá de generar crecimiento. El Estado y lo público es ese espacio donde se puede garantizar acceso universal a la salud y la educación, donde se pueden poner regulaciones o límites a la entrada de capital. Y uno de los grandes elementos de la política pública para redistribuir recursos y reducir la desigualdad son las políticas fiscales. Ahí donde hay estructuras fiscales muy regresivas, la política pública es muy importante.

El rol de las políticas públicas es clave y es un factor diferencial de organizaciones como Oxfam Intermón, de reclamar la importancia de lo público y del Estado inversor y emprendedor […]. Ahí donde hay estructuras fiscales muy regresivas, la política pública es muy importante

¿Cómo evalúa las políticas públicas aplicadas recientemente en Iberoamérica en materia fiscal?

Ha habido un impulso bastante fuerte por parte de algunos Estados, liderados por Colombia, con la fuerza de Chile y Brasil, entre otros, tendiente a crear una plataforma fiscal para América Latina. La intención es poner la progresividad en el centro de las políticas fiscales, como impuestos a la riqueza. En ese afán de aumentar la recaudación, pero a su vez intentar que esta se haga de forma progresiva, las políticas públicas son claves. Igual es muy difícil en América Latina y en el mundo en general implementar más políticas donde se valore el rol del Estado, porque hay una preeminencia del sector privado. Pero es clave que esto se ponga en valor.

Desde la perspectiva de Oxfam Intermón, ¿cuál es el papel de la cooperación internacional en la lucha contra la desigualdad?

La cooperación internacional es un elemento central para poder buscar cohesión entre diferentes Estados y regiones. Es uno de los pegamentos de la gobernanza mundial y de los más amenazados o más desafiados en el contexto actual. Cooperación internacional no entendida solamente como ayuda oficial al desarrollo, sino como intercambio de información a nivel fiscal, resolución de conflictos, búsqueda de soluciones conjuntas pero diferenciadas a cuestiones como cambio climático, deforestación… La cooperación internacional, entendida de una forma amplia, es uno de los elementos centrales para buscar soluciones compartidas a problemas globales. Porque, al final, estos problemas no son exclusivos de Chile o de España, de Portugal o de Guatemala; son problemas compartidos.

El foco de Oxfam Intermón está puesto en la oportunidad del contexto actual para articular intereses iberoamericanos en la lucha contra la desigualdad. Impulsar intereses en base a geometrías variables, reconociendo que uno de los principales retos y trampas en las que vive la región es la desigualdad y la concentración extrema de riqueza que se traduce en concentración de poder. Romper esta cultura del privilegio, privilegios que niegan derechos, debe ser el faro de la relación iberoamericana.

¿Cómo puede la cooperación internacional fortalecer las políticas locales para reducir la desigualdad en Iberoamérica?

En Oxfam Intermón somos grandes defensores de la cooperación internacional desde una perspectiva amplia, y el espacio iberoamericano es único. Este año se celebrará en Sevilla la 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas, (entre el 30 de junio y el 3 de julio), una oportunidad de mostrar al mundo ese interés común para reforzar la cooperación internacional. Y el año que viene será la XXX Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, en Madrid, otra oportunidad para poner en boga este espacio de cooperación regional. Creemos que uno de los elementos donde la cooperación internacional en el ámbito iberoamericano puede tener más fuerza es en la cuestión de género y de cuidados. Hay un impulso muy fuerte por una agenda bi-regional de cuidados, de cómo impulsar proyectos donde se ponga en valor el cuidado de las personas, y se valore estas sociedades de cuidados. Cuando vivimos en Covid, comprobamos que el último resorte que le queda a la sociedad es el sistema de cuidados: las personas que van a cuidar de ti, de los ancianos, de los niños y las niñas, y que al final acaban siendo mujeres. Esto es un elemento compartido en Iberoamérica y América Latina tiene incluso más lecciones que compartir con Europa.

¿Qué ejemplos de proyectos de cooperación han tenido un impacto positivo en la reducción de la desigualdad regional que pueda compartir con Somos Iberoamérica?

Oxfam Intermón es una organización social que tiene como objetivos centrales erradicar la pobreza y luchar contra la desigualdad. Y esto se hace a través de lo que nosotros llamamos “decirle la verdad al poder”. Creemos que, igual de importante que reducir la pobreza, es luchar contra las desigualdades. Hemos sido muy vehementes y muy vocales respecto a ello, tanto con la parte española, donde trabajamos mucho con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), como con otra cooperación local y con la Unión Europea, intentando ver cómo todos los proyectos de partenariado implementados pueden tener como uno de sus objetivos centrales la reducción de la desigualdad. Así que muchos de los proyectos de Oxfam Intermón están centrados en la generación de capacidades, en trabajar en la formación o en proyectos de horizontalidad. Trabajos de formación de incidencia, que son elementos de la cooperación que a veces no tienen un impacto a corto plazo muy evidente, pero que al final generan trabajo y ciclos de cambio, de politización, de conciencia colectiva sobre lo público y lo político, y que hacen que el estado del contrato social cada vez sea más fuerte.

Uno de los elementos centrales es trabajar con organizaciones locales, con nuestros partners o socios. De esta forma garantizamos que nuestras actuaciones en el terreno, programas de incidencia y en cualquier ámbito, desde lo económico, social y lo humanitario, estén centradas en las prioridades que nos marcan las actoras que están en el terreno. Más que ser un actor que da fuerzas, somos un actor que intenta empoderar, que hace de enlace entre diferentes organizaciones. Ese sería uno de los elementos que nos diferencia y nos ayuda a encontrar justicia social.

La cooperación internacional es un elemento central para poder buscar cohesión entre diferentes Estados y regiones. Es uno de los pegamentos de la gobernanza mundial y uno de los más amenazados o más desafiados en el contexto actual

¿Qué desafíos enfrentan las organizaciones de cooperación internacional en términos de financiación y eficacia de los proyectos que buscan reducir la desigualdad?

Hay unos recortes muy altos de la ayuda, de la cooperación, que deja de ser una prioridad. Este es un problema. Y después hay un desafío sobre la percepción de la cooperación internacional. Hay unas prioridades políticas a nivel de los grandes donantes o actores del panorama internacional donde se está dejando de lado la inversión en proyectos de cooperación internacional. También ocurre que se le está dando un giro a las lógicas de cooperación en las que se ha trabajado en los últimos años para buscar nuevas fórmulas, sobre todo focalizadas en el rol del sector privado. A nivel de organizaciones como Oxfam, más allá de este desafío económico y financiero, y el de la percepción sobre la cooperación, hay otras preocupaciones que ganan terreno. A pesar de que en el Estado español la mayoría de la población continúa muy preocupada sobre las cuestiones globales, es un desafío captar que la juventud se acerque, que entienda estos retos globales como algo común y diferenciado.

¿Qué diferencias ve en la forma en que los países de Iberoamérica abordan la desigualdad en comparación con otras regiones del mundo?

En América Latina hay un tejido de sociedad civil que es único en el mundo. Desde los movimientos sociales, de indígenas, urbanos, de jóvenes, de sindicatos, de mujeres. No todos los movimientos o todo este tejido social tiene a la desigualdad como un foco tan central como lo que puede tener Oxfam Intermón, pero nadie en América Latina puede negar el impacto de la desigualdad en las sociedades de la región, de esos privilegios que niegan derechos. Porque abarca no sólo la cuestión de la desigualdad económica, también las desigualdades de género, los problemas con la participación política, el cierre de espacio, también los problemas con movimientos territoriales. En América Latina hay un empuje muy fuerte hacia ahí y eso hace que la construcción de las políticas de los estados de la región, incluso de cómo se relaciona con el mundo, sea totalmente diferente. Son estructuras sociales, económicas, incluso políticas y culturales muy diferenciadas a las que tiene África o Asia, por hablar de regiones del Sur global.

¿Cuáles son las agendas de cambio de las organizaciones de la sociedad civil en Iberoamérica para reducir la desigualdad?

Una es la agenda de género, de cuidados, una agenda muy fuerte con el movimiento de Ni una menos, etcétera. Una segunda agenda es la de fiscalidad, lo vimos con el G20 de Brasil, lo estamos viendo con la plataforma fiscal. Un tercer elemento muy particular de América Latina es que la mayoría de países de la región son de renta media alta, lo que se llama upper-middle income. Países que en su mayoría están graduados de los criterios de acceso a fondos concesionales –aquellos que han logrado un crecimiento económico sustancial, incrementando sus ingresos per cápita y permitiéndoles acceder a préstamos en términos más convencionales del Banco Mundial–. Midiendo el desarrollo, utilizando el Producto Interior Bruto (PIB), estamos viendo que tienen una renta media alta, pero realmente cuando hurgas en su interior se ven, de nuevo, desigualdades: pobreza, extractivismo, violencias, etcétera. Frente a esto, América Latina está impulsando, y esto es muy interesante, la cooperación iberoamericana, una agenda de buscar nuevas medidas de desarrollo que vayan más allá del PIB. Y esta es una agenda que va ligada con el llamado desarrollo en transición, que es único y relevante para la región.

¿Cuáles son las principales acciones que considera necesarias para reducir la desigualdad en Iberoamérica en los próximos años?

Potenciar las sociedades de cuidados, formalizar el empleo de las mujeres, poner en valor el rol que juegan estas comunidades y el papel que puede ocupar el Estado en inversión pública en infraestructuras. Y luego, aunque en un ámbito mucho más global, y ligado con el Fondo para el Desarrollo, América Latina tiene estas agendas, de ir más allá del PIB, de intentar apretar para que se mida el desarrollo de una forma diferente, y encontrar soluciones al problema de la deuda. En América Latina, de media, se dedica el 15% de los ingresos fiscales al pago de intereses de la deuda. Mucho dinero que se podría dedicar a financiar salud, educación u otras áreas clave. América Latina debe buscar formas de reformar la gobernanza de cómo se gestiona la deuda, que es un gran elemento central en todas las discusiones de Sevilla 2025. Y, por último, está todo el tema verde. América Latina tiene un rol protagónico en las llamadas transiciones verdes, por ser la región más diversa del mundo y por albergar grandes reservas de agua y de petróleo, entre otras riquezas. Y la región también puede liderar esta agenda de sustentabilidad y de lucha contra el cambio climático, con todo el peso de las renovables que en el continente es muy fuerte, para ampliarlas y dejar de depender de combustibles fósiles.

¿Qué tipo de financiamiento considera más efectivo para proyectos de desarrollo enfocados en la reducción de la desigualdad en Iberoamérica?

A nivel global el nivel de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es de un 17%: es poquísimo, cuando estamos a 5 años del 2030. En América Latina es un 23-25%, aunque el porcentaje varía por región y, evidentemente, por país. Por lo cual, el trabajo que hay por hacer en América Latina es inmenso, por no decir gigantesco para cumplir los ODS. Hay un déficit de financiación de los objetivos de desarrollo sostenible de alrededor de 650.000 millones de dólares al año: es muchísimo. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) calcula que cada año se pierden en fraude fiscal, evasión, elusión, alrededor del 6% del PIB en América Latina: unos 300.000 millones de dólares al año. Solo con una lucha decidida contra la evasión, la elusión fiscal y potenciando las estructuras fiscales progresivas, se podría financiar anualmente casi el 60% de los ODS.

¿Cree que los países donantes están comprometidos de manera adecuada con los ODS, especialmente en cuanto a la financiación para la reducción de la desigualdad en Iberoamérica?

Yo creo que sí, que están suficientemente comprometidos. En el caso de España, sin duda. Pero que se puede hacer más, sin duda también. Y se debe hacer más. Los países más comprometidos en la lucha contra la desigualdad seguramente son España y Brasil, pero hay muchos otros: Colombia, Chile, República Dominicana o México. Uruguay es seguramente el país más avanzado en América Latina, de lejos, en cuestiones como género y cuidados, políticas sociales, etcétera. Hay muchas esperanzas puestas en el nuevo gobierno uruguayo. Este puede ser un elemento más para juntar a países que se les puede llamar progresistas, como Brasil, Chile, Colombia, Uruguay y México, y formar otra vez ese nuevo eje en la región que pueda ayudar a levantar estas agendas. El tema es cómo esta lucha contra la desigualdad se materializa en políticas públicas.

¿Cuál es entonces el papel del sector privado en la financiación al desarrollo?

¡Esa es la pregunta! El sector privado tiene un rol importante, clave en estas nuevas lógicas de cooperación internacional y para conseguir financiar los objetivos de desarrollo sostenible en general. Pero no es obvio que el sector privado a gran escala vaya a invertir ahí donde es más necesario. Porque el sector privado tiene como base diferenciadora el retorno al accionista, sea pequeño o grande. Hay una tendencia muy clara a atraer el fondo privado con fondos públicos. Es importante trabajar con el sector privado pero siempre que se evalúe el impacto que puede tener en el desarrollo sostenible y se incluyan elementos que lo obliguen a cumplir algunos criterios de sostenibilidad, de respeto a los derechos humanos y una consulta previa muy informada sobre los proyectos… Y sobre todo que se garantice que la inversión privada no va a ir en contra de sectores claves para el desarrollo y la reducción de desigualdades. En Oxfam tenemos por ejemplo muchos informes que demuestran el impacto negativo de la inversión privada en la privatización de sectores como salud y educación.

¿Y cuáles son los principales retos en términos de rendición de cuentas y transparencia que enfrentan las organizaciones de cooperación cuando se trata de gestionar financiación al desarrollo en la región?

En Oxfam Intermón estamos muy comprometidos con la transparencia y la rendición de cuentas. Es uno de nuestros valores y tenemos un sistema robusto con políticas, procesos y recursos que garantizan la máxima transparencia y la mejor rendición de cuentas a todos nuestros stakeholders. Destacamos el elevado número de controles y reportes por parte de los donantes. Las ONGs pasan por procesos de acreditación institucional, rendición de cuentas financiera y técnica para cada una de las financiaciones que recibe, que se suman a las auditorías anuales de cuentas y a los diferentes sistemas de control interno. Esto es especialmente difícil de manejar para las organizaciones más pequeñas y locales, porque les implica una enorme carga de trabajo que podrían dedicar a su labor finalista. En cuanto al contexto donde operan las organizaciones tenemos dos realidades. Por un lado, el retroceso de derechos y la reducción del espacio cívico; y, al mismo tiempo, los contextos frágiles, donde el acceso se hace complicado, donde hay muchas dificultades para operar. Se deberían adaptar algunas de las exigencias de los donantes sin menoscabo de las responsabilidades de rendición de cuentas. Hay un desafío muy grande sobre cómo recaudamos fondos para luchar contra la desigualdad de una forma diferente, de cómo encontrar políticas que no sólo reduzcan la desigualdad, sino la concentración de la riqueza en las sociedades. Es un reto clave en dos sentidos: no solo desde el punto de vista de aumentar los recursos económicos, sino de la percepción de cómo funciona el sistema político y de ver cómo el contrato social sirve al bienestar de todas las personas y no a los intereses de unos pocos.

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2025 | Entrevista
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