A la mayoría de las tortugas incautadas en el país las devuelven a zonas diferentes de donde probablemente fueron tomadas, sin tener en cuenta su lugar más próximo de procedencia. Un estudio molecular permite precisar esta información y evitar que se provoque contaminación genética, lo que podría ocasionar extinciones locales.
Una a una, las más de 100 tortugas que permanecen en la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (Urras), en el campus de la Universidad Nacional de Colombia (UN), fueron pasando por las manos –debidamente preparadas– de los estudiantes de Biología y de Medicina Veterinaria y de Zootecnia que participaron en el primer análisis molecular que se hace en el país de esta especie, para conocer su procedencia original.
El profesor Mario Vargas Ramírez –doctor en Biología Evolutiva–, del Instituto de Genética de la UN, señala que “liberar especies silvestres sin un estudio previo de su procedencia implica ciertos riesgos para su supervivencia y para el bienestar de la población a la que llegan, cuando esta no comparte su mismo origen”.
Un estudio liderado por él y por la profesora Claudia Brieva Rico, de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, vinculada a la Urras, profundizó en el análisis de la procedencia de los quelonios, como se conoce científicamente a las tortugas.
Los especímenes de las cuatro especies identificadas se llevarán a sus respectivos lugares de origen, con el permiso y salvoconducto correspondientes, expedidos por la Secretaría Distrital de Ambiente.
Al respecto, la doctora Lina Puentes, médica veterinaria de la Urras, explica que a los ejemplares se les introdujo un chip y se les tomaron fotografías para reconocer sus características físicas; luego, mediante un pinchazo en el cuello o en la cola, se les extrajo una pequeña muestra de sangre, no mayor a 1,5 ml, suficiente para estudiar su ADN o información genética.
Adaptaciones locales
Para poder sobrevivir, las especies crean ciertas adaptaciones locales relacionadas con factores tanto bióticos (flora y fauna de un ambiente determinado) como abióticos (elementos que rodean a las especies para que puedan vivir, como por ejemplo sol, luz, agua, etc.), además de competencia y depredadores, entre otros.
Sin embargo, cuando llega un individuo nuevo, que no tiene el mismo material genético, y se mezcla con los locales, se reduce ese bienestar creado haciendo que tales adaptaciones se diluyan y se llegue a afectar la eficacia reproductiva y la supervivencia de la población (fitness). Entonces se produce lo que los expertos denominan “depresión exogámica”, que consiste en la pérdida de la herencia evolutiva de las poblaciones de una especie por mezcla con individuos de otras poblaciones o subespecies.
En tales condiciones se pueden propiciar afectaciones en la salud y en el potencial evolutivo, lo que podría llevar a una extinción local, de ahí que el profesor Vargas considere muy importante hacer el análisis previo de los individuos que se van a liberar en determinada zona.
Un método indirecto para hacer esta identificación consiste en realizar estudios genéticos con marcadores moleculares neutrales. En estos casos, una vez realizado el análisis, se evalúan los resultados de los animales que se van a liberar y se comparan con los marcadores de individuos de los cuales se conoce su procedencia.
Al realizar análisis moleculares que permitan relacionar las secuencias de animales decomisados con grupos genéticos definidos a lo largo del rango de distribución de las especies, se podría asumir una región de procedencia determinada. Para hacer esta comparación, los investigadores recorrieron algunas regiones del Pacífico, de la costa Atlántica, los Llanos Orientales, la Amazonia y el Magdalena Medio, donde obtuvieron muestras de las tortugas que habitan estas zonas.
Seis especies estudiadas
La investigación en la Urras incluyó seis especies de tortugas: morrocoy, matamata, tapaculo, terecay, palmera y hicotea. Además, se analizaron individuos de los cuales se conocía su procedencia, lo cual permitió comparar e inferir el origen más probable de los primeros.
Con este análisis se determinó que las tortugas morrocoy, matamata, palmera e hicotea contaban con algunos datos moleculares de referencia útiles para inferir su región de origen más probable. En cambio, sobre las otras dos especies no se tenían datos moleculares, o los que se tenían eran deficientes.
La información obtenida les permite a los investigadores asegurar que los marcadores moleculares utilizados aportan información valiosa acerca de la región de procedencia de los individuos analizados, siempre y cuando existan datos de referencia vinculados a la distribución genética natural de las especies.
De hecho, los especímenes de las cuatro especies identificadas se llevarán a sus respectivos lugares de origen, con el permiso y salvoconducto correspondientes, expedidos por la Secretaría Distrital de Ambiente, y con el aval de las autoridades ambientales de los lugares a los que serán remitidos. En tal condición, los expertos consideran que el análisis molecular debería formar parte de la rutina de liberación de especies traficadas.
Tortugas, entre las más traficadas
La médica Lina Puentes, quien participó en la fase de muestreo, comenta que las tortugas, junto con las aves, siguen siendo las especies que más se trafican en Colombia. La mayoría de las que llegan a la Urras, donde son rehabilitadas y después enviadas a las autoridades ambientales para su liberación, son producto del tráfico ilegal.
En el transcurso de los últimos años se han remitido para liberación alrededor de 80 tortugas, especialmente terecays, morrocoyes y hasta una matamata, enviada al Casanare.
Según la profesora Claudia Brieva, los reptiles figuran entre las especies más amenazadas en Colombia por cuenta del tráfico ilegal. Cerca del 37 % de estos corresponde a tortugas que habitan el territorio continental y que se hallan en distintas categorías de amenaza.
Al respecto, datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia ubican a las tortugas morrocoy y terecay entre los animales de mayor ingreso a los centros de rescate de fauna silvestre.
Los reptiles figuran entre las especies más amenazadas en Colombia por cuenta del tráfico ilegal.
Aunque en el pasado en Colombia había tantas tortugas que –según cronistas del siglo XVIII– en la Orinoquia y Amazonia se podían hacer senderos de caparazones de charapas y terecay para atravesar los ríos, el país muestra hoy unas diezmadas poblaciones de estos reptiles que, a pesar de las campañas educativas, todavía son apetecidos como alimento, para comercializar como mascotas o para obtener productos medicinales.
Según el Ministerio, algunos autores han estimado que, en 1800, solo en el río Orinoco existían cerca de 330.000 hembras adultas, cifra que llegó a tan solo 804 para 2010.
Los resultados obtenidos llevan a los investigadores a pensar en que es posible disminuir el riesgo de contaminación genética y sus efectos, pues la liberación de animales se podrá hacer en las regiones donde se encuentren las poblaciones genéticamente más similares.
Fuente: María Luzdary Ayala. UN Periódico Digital – Universidad Nacional de Colombia