Globalización y soberanía alimentaria

Dentro de siete años, en 2030 se prevé que casi 600 millones de personas harán frente al hambre a pesar de que la producción agroalimentaria es suficiente para alimentar a todos los habitantes del mundo, según la FAO.

Globalización y soberanía alimentaria
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En Latinoamérica y el Caribe ya son más de 60 millones de personas los que pasan hambre: uno de cada diez latinoamericanos no come suficiente. La internacionalización de hábitos y prácticas agroalimentarias en la medida que los países incorporan y comparten modelos y estrategias de producción, transformación, distribución y consumo de alimentos forman parte de la globalización alimentaria pero, según los expertos, también contribuyen a ahondar las diferencias. Como consecuencia, el reto de lograr la soberanía alimentaria, acabar con el hambre y la malnutrición, se hace más relevante.

La invasión de Ucrania y la pandemia del COVID 19 expusieron la fragilidad de las cadenas alimentarias y el impacto sobre las poblaciones vulnerables de la dependencia de ese sistema agroalimentario global, pero además, los expertos apuntan al propio sistema como responsable último del incremento de las diferencias. La comida debe ser un derecho y no un producto sujeto a especulación. “El mercado alimentario está controlado por una decena de sociedades multinacionales inmensamente poderosas. Controlan el 85% del maíz, arroz, aceite… estos amos del mundo deciden a diario quién va a morir y a vivir. Fijan los precios, Este poder debe ser controlado por los Gobiernos democráticos”, apuntaba hace una década el que fuera relator especial para el derecho a la alimentación de la ONU, Jean Ziegler.

La invasión de Ucrania y la pandemia del COVID 19 expusieron la fragilidad de las cadenas alimentarias y el impacto sobre las poblaciones vulnerables.

Los líderes de América Latina y el Caribe son muy consientes de la necesidad de tomar medidas para paliar y acabar con el hambre y garantizar la soberanía alimentaria de su ciudadanía como puso de relieve la adopción de la Ruta Crítica para alcanzar una seguridad alimentaria adoptada en marzo de este año. Las naciones reconocieron que “la disrupción de las cadenas agroalimentarias tanto en sus instancias productivas como de distribución, agravada por la situación del conflicto bélico, tiene un impacto sin precedentes en los sistemas agroalimentarios, la seguridad alimentaria, la desnutrición y el comercio y el suministro de alimentos e insumos para la producción, generando una mayor contracción económica”, en los países de la región. Por ese motivo, los firmantes acordaron la necesidad de proponer soluciones que pasarían por “aumentar de forma significativa la innovación agropecuaria y el uso de la tecnología por parte de productores y productoras agropecuarios para satisfacer la creciente demanda de alimentos de probada inocuidad y mayor calidad”, de modo que se pueda “hacer frente a los efectos adversos del cambio climático y contribuir a eliminar la pobreza”.

“El mercado alimentario está controlado por una decena de multinacionales inmensamente poderosas que deciden a diario quién va a morir y a vivir» apuntaba Jean Ziegler.

Entre los países de la región se estima que Brasil cuenta con la mayor producción ganadera y junto a Argentina lideran el mayor número de granjas con 15 millones. Sin embargo millones de ciudadanos en ambos países pasan hambre.  En 2021, el costo medio de una dieta saludable en todo el mundo era de 3,66 dólares a paridad de poder adquisitivo (PPA) por persona y día, pero el costo era más elevado en América Latina y el Caribe (4,08 dólares PPA) que en Asia (3,90 dólares PPA), África (3,57 dólares PPA). Se trata de la región del mundo con mayor desigualdad de ingresos, según el informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), además la incidencia de la pobreza es mayor en las zonas rurales.

“Hoy en día en el planeta hay millones de personas que pasan hambre”, explica Vandana Shiva en Quién alimenta realmente el mundo (Capitán Swing), citando cifras de la FAO de 2009. “Paradójicamente, la mitad de la gente que pasa hambre son agricultores y cultivan alimentos”. Latinoamérica representaba en 2021 el 13% de la producción agrícola mundial, según la OCDE y la Organización de la ONU para la alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés). Shiva, doctora en Física y activista ambiental detalla cómo se está acabando con los pequeños agricultores, atrapados por la deudas debido al elevado precio de las semillas y productos químicos que deben comprar a las grandes corporaciones y el bajo precio que les pagan por lo que cultivan, y cómo han sido desplazados por los cultivos a gran escala.

En 2021, el costo medio de una dieta saludable en todo el mundo era de 3,66 dólares por persona y día, pero el costo era más elevado en América Latina y el Caribe (4,08 dólares).

En América Latina y el Caribe, la agricultura familiar representa cerca del 81% de las unidades de producción agrícola equivalente a 16,5 millones de explotaciones, y proporciona entre el 27% y el 67% del total de la producción alimentaria en los distintos países, además de generar entre el 57% y el 77% del empleo agrícola, según la FAO. A pesar de su importancia, la agricultura familiar aún afronta grandes desafíos para desempeñar su rol de contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional. Gran parte de los agricultores familiares cuentan con un acceso limitado a activos como la tierra y el agua, mercados, insumos productivos, servicios financieros y no financieros, apunta el organismo transnacional. Por ello, el aval de las instituciones públicas en los colectivos prioritarios puede ser oportuno como instrumento palanca que favorezca el acceso al crédito, señala la FAO

La cantidad de personas en pobreza extrema habría pasado de 81 a 86 millones, del 13,1% de la población en 2020 al 13,8% en 2021.

Si América Latina afronta el hambre y la desigualdad estará a la vanguardia de la agricultura mundial, señalaba a principios de este año el director general de la FAO, Qu Dongyu, en la VII Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La región fue una de las áreas que obtuvo mejores resultados en términos de reducción del hambre y la pobreza en la última década hasta el año 2015, según el organismo. La tasa de pobreza general habría disminuido levemente, del 33,0% al 32,1%, bajando ligeramente el número total de 204 a 201 millones. Aún así, la cantidad de personas en pobreza extrema habría pasado de 81 a 86 millones, del 13,1% de la población en 2020 al 13,8% en 2021, un retroceso de 27 años, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicado en 2022. Todo, pese a ser la mayor exportadora neta de alimentos del mundo, entre 2019 y 2021, un período en que vio aumentar en un 30% el número de personas que padecen hambre. Esta situación podría representar un retroceso de una década o más en el esfuerzo para reducir la pobreza y el hambre en la región, y obstaculizar los esfuerzos para reducir las desigualdades tal y como se establece en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 10, según explicó Qu Dongyu.

“Consolidar la agricultura familiar, fortalecer el Comercio y el Desarrollo de Cadenas de Suministro Resilientes a través de la colaboración entre países, mejorar la financiación para transformar los sistemas agroalimentarios, así como las infraestructuras digitales, son algunas de las propuestas en las que la Comunidad Iberoamericana se encuentra trabajando para afrontar la problemática de la seguridad alimentaria”, afirma Andrés Allamand, Secretario General Iberoamericano.

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