Aunque se han logrado importantes avances para garantizar los derechos de las mujeres y caminar hacia la igualdad de género en todas las esferas y en todos los ámbitos, las cifras de desigualdad siguen siendo elocuentes. Se han conseguido cambios normativos y hay una apuesta por políticas políticas focalizadas, pero la inmensa mayoría de las mujeres en la región trabajan en empleos precarios, inseguros e informales, sin amparo de la legislación laboral ni protección social. Además, siguen percibiendo un salario inferior que los hombres por un trabajo de igual valor.
Junto a ello, la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral no se ha visto correspondida por un aumento significativo de la participación masculina en el trabajo no remunerado. Las responsabilidades domésticas y de cuidados continúan recayendo fundamentalmente en las mujeres, limitando las oportunidades y tipos de trabajo a los que estas pueden acceder. Un escenario ambivalente, con logros pero con muchos límites, que lleva a una pregunta ineludible: ¿qué es lo que no se está haciendo bien?
Voces
Las mujeres también podemos hacer mucho más por nuestras pares desde el lugar que nos toque estar
Necesitamos espacios para cumplir como personas y profesionales, y ser respetadas en todo momento
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OPINA: Daniela Brandazza, Senior Director, S&P Global Ratings
Cada 8 de marzo, en el Dia Internacional de la Mujer, se habla mucho de los retos y obstáculos que enfrentamos las mujeres de todo el mundo. Los periódicos se llenan de artículos, opiniones, análisis y declaraciones de líderes de todo tipo hablando de las mujeres y la igualdad de oportunidades, de lo que hemos avanzado y de lo mucho que nos falta por hacer.
En este debate público suele saturarse de lo que no tenemos, de lo que nos hace falta, y de los muros a derribar. Todo eso es cierto pero no es la película completa. Las mujeres tenemos y podemos hacer mucho más de lo que creemos para ayudar a otras mujeres como colegas profesionales, madres, esposas, hijas, amigas.
Durante los últimos 14 años he trabajado en el sector financiero y he vivido la evolución de una organización que escuchó, en ocasiones con lentitud y otras veces a tiempo, la importancia que tenía darle espacio al talento de las mujeres. He visto que las reglas claras y parejas para mujeres y hombres en nuestros lugares de trabajo son sumamente importantes.
No siempre son fáciles de establecer cuando no hay experiencia previa o pueden ser cuestionadas por algunos líderes de la organización. Pero la experiencia ha demostrado en estos años que cuando, por ejemplo, mujeres y hombres utilizan horarios de trabajos flexibles, la moral de los equipos mejora sustancialmente.
Las mujeres también podemos hacer mucho más por nuestras pares desde el lugar que nos toque estar. La solidaridad entre pares no es un valor que abunde en general. El mundo laborar suele ser duro, competitivo, y las mujeres muchas veces tenemos que trabajar y demostrar más que el hombre para alcanzar posiciones similares.
A través de los programas de mentoría en los que he participado durante más de 10 años he logrado enriquecerme de las experiencias de mis colegas mujeres y hombres, y también seguir ayudando más mujeres que muchas veces necesitan solo ser escuchadas para visualizar el gran valor que tienen en la organización.
Hay una gran oportunidad hacia delante de multiplicar la solidaridad entre las mujeres, en demostrarnos que podemos empoderarnos entre nosotras, porque pensamos y operamos diferente que nuestros colegas hombres. La invitación queda abierta para que cada 8 de marzo nos preguntemos ¿qué estamos haciendo cada una de nosotras para ayudar a nuestras pares?
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OPINA: Gladys Paz, directora nacional de Global Humanitaria Guatemala.
Argumentos a tener en cuenta
- La participación femenina en el mercado laboral es significativamente menor a la masculina en todos los países de Iberoamérica, existiendo una brecha de al menos 25 puntos porcentuales con los hombres: las mujeres tienen una tasa de participación laboral de alrededor del 50%, mientras los hombres alcanzan el 75%.
- La tasa de desempleo femenino en la región alcanza un 9%, comparado con 6.7% para los hombres.
- En América Latina y el Caribe, 8 de cada 10 mujeres que se insertan en el mercado laboral lo hacen en empleos y sectores de baja productividad.
- El salario percibido por una mujer en la región, en promedio, es de un 86% respecto al de un hombre, brecha que se incrementa cuanto mayor es el nivel de estudios.
- Las mujeres dedican entre el doble y hasta cinco veces más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado.
- Todo ello a pesar de haber logrado casi paridad en educación. No estamos aprovechando un 60% de nuestra inversión en educación (400 mil millones de dólares) debido a las trabas del mercado a la participación de las mujeres, por el embarazo temprano y por la falta de medidas de conciliación entre la familia y el trabajo.
Documentos de interés
- Autonomía de las Mujeres e Igualdad en la Agenda de Desarrollo Sostenible. CEPAL, 2016.
- Educación que rinde Mujeres, trabajo y cuidado infantil en América Latina y el Caribe. Banco Mundial, 2016.
- La equidad de género en las legislaciones de Seguridad Social Iberoamericanas. OISS, 2016.
- Prestaciones de la Seguridad Social y Género. OISS, 2017.
Bibliografía
- Busso, M. y Romero Fonseca, D. 2015. «Female Labor Force Participation in Latin America: Patterns and Explanations». Documentos de Trabajo del CEDLAS, no. 187.
- Comas dArgemir, D. 2016. «Hombres cuidadores: Barreras de género y modelos emergentes.» Psicoperspectivas vol.15 no.3 Valparaíso, noviembre.
- Fuentes Vásquez, L. Y. 2016. «¿Por qué se requieren políticas de equidad de género en la educación superior?». Nómadas no.44 Bogotá, enero/junio.
- Williams, F. 2010. “Claiming and Framing in the Making of Care Policies. The Recognition and Redistribution of Care.” Nueva York, NY: Gender and Development Programme Paper, United Nations Research Institute for Social Development.
Otros recursos