Comienzo con una reflexión siguiendo a Augusto Serrano López. A la hora de hacer un balance de estos 25 años, conviene ver el proceso desde sus resultados, asumiendo el presente como la clave para entender el pasado y no al revés. De esta manera podemos discernir entre lo intencional, las esperanzas de los fundadores y lo que se ha dicho y lo que se ha hecho, lo que resultó y lo que son nuestras esperanzas para el futuro. Así reconocemos que el pasado está vivo y que somos herederos de aquella I Cumbre Iberoamericana que se celebró en Guadalajara (México) los días 18 y 19 de julio de 1991.
Siendo coherente con lo anterior, cabe preguntarse ¿En qué estado se encuentra hoy un proceso de cumbres, que después fueron conferencias y que ahora aspira a ser comunidad? La respuesta no es tan obvia, de hecho surge rápidamente otra pregunta, a saber, ¿Los activos con los que contamos sirven para convertirnos en comunidad? Y, además, deberíamos considerar de qué comunidad estamos hablando.
Hace unos meses el rector de la Universidad de Sao Paulo, Marco Antonio Zago, con motivo de la creación de la Unión Iberoamericana de Universidades, decía que en campos como la política hay una idea “artificial” del concepto de Iberoamérica, que se vuelve tangible en campos como la cultura y la Universidad. Efectivamente, la “construcción política” se ha vuelto difícil y problemática en este cuarto de siglo, hasta el punto que tiene mucho más sentido hablar hoy de comunidad cultural y del conocimiento para lo que, además, tenemos numerosos programas de cooperación en el marco del Espacio Cultural Iberoamericano (ECI), del Espacio Iberoamericano del Conocimiento (EIC) y del Espacio Iberoamericano de Cohesión Social (EICS).
¿Los activos con los que contamos sirven para convertirnos en comunidad?
El gran acierto de la XXIV Cumbre Iberoamericana, celebrada en Veracruz en diciembre de 2014, fue poner de manifiesto la importancia de esto, estableciendo un trabajo de cooperación, que si es intenso y tiene continuidad en los años venideros, puede dar lugar a una comunidad de la cultura y del conocimiento.
Por eso tiene plena vigencia la trayectoria recorrida desde la Cumbre de Guadalajara donde se plantea un apartado específico sobre la Educación y la Cultura, en el que se habla de “un espacio para el saber, las artes y la cultura” con llamados a intensificar los vínculos entre instituciones de educación superior y ampliar los programas de becas. En cumbres posteriores se irá ampliando dicho espacio con programas emblemáticos, como Televisión Educativa Iberoamericana, Movilidad de Postgraduados (Mutis) y Programa de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), aprobados en 1992 en la Cumbre de Madrid.
En la de Bariloche (1995) se debate sobre la Educación, se suscribe el Convenio de Cooperación y su Manual Operativo y se ponen en marcha programas como el IBERMEDIA y en la de Oporto (1998) se acuerda la creación de la Secretaría de Cooperación Iberoamericana (SECIB), poniendo al frente de la misma, en la Cumbre de La Habana (1999), a Jorge Alberto Lozoya. En la de Bávaro (2002) se mandata a Fernando Henrique Cardoso para que estudie la posibilidad de una mayor institucionalización elevando el rango de la SECIB y el establecimiento de mecanismos para que la cooperación iberoamericana fuera más efectiva, cuyo resultado será el Convenio de Santa Cruz de la Sierra constitutivo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).
En la de San José (2004) se aprueba el Estatuto de la SEGIB, en 2015 se designa a Enrique V. Iglesias Secretario General Iberoamericano y en la de Salamanca (2005) se mandata a la SEGIB, a la OEI y al CUIB para poner en marcha el EIC y se aprueban las Bases para una Carta Cultural Iberoamericana, que será adoptada en la Cumbre de Montevideo (2006), acordándose también en ésta promover una iniciativa de movilidad de estudiantes y la aprobación del IBERESCENA. En la Cumbre de Santiago de Chile (2007) surge la iniciativa de movilidad Pablo Neruda, se aprueba la Estrategia de Cooperación en el marco de la Conferencia Iberoamericana y se mandata a la SEGIB para preparar la iniciativa de Cooperación Sur-Sur, cuyo programa será aprobado en San Salvador (2008) además del Plan de Acción de la Carta Cultural Iberoamericana.
En la política hay una idea “artificial” del concepto de Iberoamérica, que se vuelve tangible en la cultura y la Universidad
Para la Cumbre de Lisboa (2009) ya se había celebrado el II Congreso de Cultura Iberoamericana y se anunciaba el tercero en Medellín y la de Mar del Plata (2010) dedicada al tema “Educación para la Inclusión Social” adoptaba el Programa “Metas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios” con una fuerte implicación en el mismo de la OEI. En la Cumbre de Asunción (2011) se pone en marcha el Programa IBERMÚSICAS y en la de Cádiz (2012) se pone énfasis en el desarrollo del ECI. Por último, después de la renovación de la Conferencia y de la Cooperación Iberoamericanas en la Cumbre de Panamá (2013), en la Cumbre de Veracruz (2014) se adoptan importantes acuerdos como elaborar el Plan de Cooperación Iberoamericana 2015-2018, crear el Canal de televisión “Señal que nos une” o promover una “Alianza para la Movilidad Académica”.
En definitiva, los programas que están hoy en marcha como los programas Iber y la Carta Cultural Iberoamericano en el ECI o los programas CYTED, Pablo Neruda y Movilidad Académica Iberoamericana en el EIC o el Programa de Cooperación Sur-Sur, nos hacen sentirnos herederos de esa trayectoria iniciada en 1991, y si seguimos trabajando en los mismos posiblemente forjaremos una comunidad de la cultura y del conocimiento.